Los textos y las fotografías son creaciones surgidas por casualidad de mi cabeza :)

sábado, 13 de marzo de 2010

Carta a mamá

Mi vida esta formada a base de recuerdos, sentimientos, sensaciones, pensamientos... Que se cruzan con ella a lo largo de este camino. Yo estoy formada por pedacitos de esos sentimientos, pensamientos, de esas sensaciones y de esos recuerdos formados por personas, personas que son muy importantes en mi vida. Sin esas personas, yo no sería quien soy ahora mismo. Por mi vida han pasado muchísimas personas. Muchas de ellas se han perdido por el camino; estas personas son las que no merecían la pena, las que te causan dolor. También están las personas que te vas encontrando a lo largo de este trayecto; unas vienen y se van, otras vienen y se quedan. En cambio, hay otras personas que van creciendo contigo. Te van cuidando día a día como pueden y a su manera. No te abandonan por nada del mundo y están allí pase lo que pase, sea bueno o malo, triste o alegre, para reír o para llorar, para todo lo que tu necesites. Este es el caso de mi mamá. No se como hay gente que puede decir que odia a su madre, que no la aguanta, que no se lleva nada bien con ella... Que cuando tu les dices: "le he contado esto a mi madre" te mira con cara rara, cómo decir: "¿a tu madre? ¿Tú estás bien?". Pues si, yo soy a la que miran con cara rara. Mi mamá es mi mejor amiga. Se que tenga el problema que tenga puedo acudir a ella y ella me será totalmente sincera, sea bueno o malo lo que me tenga que decir. Se que lo que ella me dice es por algo, tiene muchísima más experiencia que yo, todo lo que yo estoy viviendo ahora, ella ya lo ha vivido, y es verdad eso que dicen que por mucho que te digan, tu haces lo que quieres, hasta que no lo tocas con tus manos no dices: "que razón tenía mamá". Si, muchas veces me he dicho a mi misma por qué no habré hecho caso a mamá, tenía razón, que tonta he sido, etc. Luego están las pequeñas broncas de cada día. ¿Quién no ha oído alguna vez salir de la boca de su madre: "arregla tu habitación", "¿has visto como tienes el baño?", "no te lo repetiré más, ¡arregla tu habitación!", ¿Qué pasa, hablo en chino, o qué?" y infinitas cosas parecidas a estas... U nuestra respuesta, o al menos la mía, suele ser: "ya voy, ahora, un momentito". Y si, es verdad, ese momentito a veces llega días después... Cuando ya no encuentras algo que buscas y te dices, es hora de arreglar esto. Pero todo esto no es nada comparado con la ayuda, protección, cariño, risas, alegrías, etc. que me da. Porque tendré momentos divertidos con mis amigos y amigas, pero creo que con quien me lo paso mejor es con mamá. Porque sólo a ella se le ocurre venir a mi habitación e interpretarme bailando las canciones que escucho, bailar frente al espejo, hacer la tonta... E infinitas cosas más. Porque ella es la que viene a mi habitación para hablar un rato, la que me escucha dentro del coche cuando vamos para casa, la que canta conmigo todas las canciones que ponen en la radio, con la que me voy a dar vueltas por Palma a mirar tiendas o simplemente a despejarnos y tomar un café, es a ella a quien voy primero a contarle mis preocupaciones y la primera que me da buenos consejos, ¿a quién más se le ocurriría traducir las canciones al mallorquín y cantarlas? o cambiarle la letra al completo a una canción. Ya dicen que madre no hay más que una, y la mía es ÚNICA, no la cambiaba por nada del mundo. No cambiaría nada de ella, dejaría todo tal cual está, por qué... ¿Qué sería de nuestro día a día sin nuestras broncas diarias, de nuestras extensascharlas, de nuestras risas? Creo que no tendríamos la relación que tenemos ahora, y espero que esta relación dure para siempre, porque el día que esta relación desaparezca, yo también desapareceré... Porque ella es mi mamá y la quiero así para siempre... Porque aunque nunca se lo diga, le quiero muchísimo y no se que haría sin ella.

Así que me siento más que orgullosa al decir que yo confío en mi mamá y que es más que mi mejor amiga, a ella es a quien se lo cuento todo antes que a nadie, y no me avergüenzo de ello.

esta carta es real, pero no se lo digas a nadie.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Dosis de amor letal


El amor engancha, como otras muchas cosas, pero hay amores y amores. Este amor no era para nada físico, era diferente. A nadie le parecía bien, pero a mi si, al menos hasta ese día. No sé que me ocurrió, la verdad, pero todo se fue a la mierda, y nadie, ni si quiera yo, pudimos hacer nada para evitarlo. Me imagino que fue por celos, ¿qué iba a ser si no? Alguien le habría dicho que no sólo estaba enganchada a su amor, que había otro vicio por ahí, por eso decidió hacerme esto. Sabía perfectamente que era todo por su culpa, si no... No habría actuado así, o tal vez si, era de estar en mi situación. Entendedme, estaba entre la espada y la pared, pero le importó bien poco para dejarme como me dejó. No recuerdo apenas nada, sólo como notaba su roce, frío, atravesándome lentamente mientras me provocaba un enorme placer, pero jamás se lo dije. No pudo controlarse, o más bien fui yo, y del placer pasé al miedo y del miedo, al olvido. Lo último que recuerdo fue mi decisión, a todo el mundo le cuesta elegir entre un buen polvo y una buena dosis de amor letal. Yo elegí a ambas, una lo aceptó, la otra paso de una buena dosis a una sobredosis. Y así es como terminé, tirada en mi cama, con la culpable arrastrándose por los suelos, donde vio que sin mi no era nada, y ese pequeño frasco que me daba la vida diariamente y que justo ese día decidió quitármela.
El placer engancha, como otras muchas cosas, pero en exceso mata. Ella me había prometido todo el placer del mundo, no más días malos. Ella era mi heroína, la que circulaba por mis venas regalándome ese placer. Yo sabía que podía acudir a ella siempre que la necesitase, pero jamás imaginé que me quisiera sólo para ella y que fuese capaz de matarme. Ahora entiendo porque nadie lo aceptó. Ella me alejo de todo cuanto quería y amaba. Sólo la tenía a ella... También me abandonó.

martes, 12 de enero de 2010

Café con sabor a chocolate y canela


Hacía días que nevaba. La ciudad estaba preciosa teñida de blanco con las luces nítidas de las farolas. En ese pequeño callejón, uno entre muchos del centro de la ciudad, estaba ella, en una pequeña cafetería, donde el café sabe un poco a chocolate y canela. Amy mojaba sus ganas en ese café que le sabía más amargo que dulce. Amy ya no podía esconder sus ganas de un buen polvo, hacía meses que nadie le hacía pasar un buen rato. Ahora mismo a Amy hasta el más leve susurro le habría dado el placer que ella buscaba, poder estampar en su cara esa sonrisilla que siempre aparece cómplice de todo ese placer adquirido gracias a otra persona. Cuando Amy se sentía así, solía salir de su casa ya con poca ropa: una falta cortita, sin medias (aguantaba muy bien el frio), no llevaba el sujetador (por eso de que a los hombres les suele costar un ratito el descubrir como va el cierre...) y las camisas que se ponía no solian llevar muchos botones abrochados, sólo los justos para que se viera pero a la vez que ocultasen. Puesto que iba tan expuesta al frio, su piel siempre estaba congelada, pero no le molestaba, es más le encantaba sentir dentro de ella ese placer helado que le recorría todo el cuerpo, muy despacio, llegando a todos los rincones que ella escondía y que sólo ella sabía llegar hasta allí. Porque al final no hay nada mejor que quererse a una misma, así que Amy cada día que se levantaba con ganas, se iba a la pequeña cafetería, bien destapada para que su piel se congelase, y después de beberse ese café con saber amargo en vez de dulce, terminaba en el baño, ella sola, sin nadie más, sola con ese placer helado que le empezaba a recorrer.

sábado, 9 de enero de 2010

El rincón de la vieja estación


Allí a lo lejos se ve la vieja estación de tren. Como si de hormigas se tratasen veo a esas diminutas personas aguantando sus paraguas, en sus manos ya más que congeladas, con sus largas caras (la que suele llevar todo el mundo en un día intenso de lluvia que no da señales de querer cesar) y enmedio de esas caras, las pequeñas naricitas coloradas debido al frío. Allí, en aquel rincón, donde no se solía situar nadie, estaba ella. Cualquiera se habría fijado en su hermoso cabello, largo y castaño. Llevaba la capucha de su chaqueta blanca puesta, y a asombro de todos, no llevaba paraguas (al igual que yo). También se habrían fijado en su expléndida figura, delgada pero con curvas. Tenía un pecho imponente, no muy grande, pero justo para su complexión; su cintura estaba bien marcada y sus caderas eran más que perfectas. Sus piernas rectas y largas invitaban a cualquiera al placer de subir por ellas. Yo no me fijé en eso. Se situaba en aquel rincon de la vieja estación para escuchar mejor los suaves golpecitos que producían las pequeñas gotas de la lluvia sobre el techo transparente de la estación. Se podía observar, hasta podías sentirlo tu mismo, como le relajaba ese sonido. Despacio, muy lentamente, iba cerrando los ojos, preciosos y grandes. Cuando los tenía completamente cerrados de repente aparecia en su precioso rostro esa sonrisilla pícara, imaginándose vete a saber que cosas. Me habría encantado pasearme por unos instantes por su mente y ver esas imágenes que se le aparecían y le alegraban tanto.